El 8 de marzo se
celebra a nivel internacional el Día
de la Mujer. Muchos investigadores han estudiado el origen de esta
conmemoración:
Hacia finales del siglo
XIX, la necesidad de promover la lucha por el derecho al voto.
Las huelgas que exigían mejores condiciones laborales, la abolición del trabajo infantil y la explotación en la jornada laboral. Entre las manifestaciones más relevantes se encuentran las realizadas por las mujeres trabajadoras norteamericanas en 1857 y la conocida huelga de la fábrica textil en Nueva Cork, la Cotton Textil Factory en 1908, que acabaría con un trágico incendio en el que murieron cientos de mujeres obreras.
Fue en el año de 1910, durante la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas realizada en Copenhague en que se propone la organización de la celebración del Día Internacional de la Mujer. Este esfuerzo se cristalizaría el año siguiente el 19 de marzo de 1911 y fue seguido por países como Austria, Alemania, Dinamarca y Suecia.
Las huelgas que exigían mejores condiciones laborales, la abolición del trabajo infantil y la explotación en la jornada laboral. Entre las manifestaciones más relevantes se encuentran las realizadas por las mujeres trabajadoras norteamericanas en 1857 y la conocida huelga de la fábrica textil en Nueva Cork, la Cotton Textil Factory en 1908, que acabaría con un trágico incendio en el que murieron cientos de mujeres obreras.
Fue en el año de 1910, durante la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas realizada en Copenhague en que se propone la organización de la celebración del Día Internacional de la Mujer. Este esfuerzo se cristalizaría el año siguiente el 19 de marzo de 1911 y fue seguido por países como Austria, Alemania, Dinamarca y Suecia.
En la actualidad el 8
de marzo se conmemora oficialmente el Día Internacional de la mujer.
“Carta de una madre”
Carta de una madre” es un documento
impresionante que puede servir para trabajar con el alumnado en este día tan
especial.
Queridos todos: Me voy. Volveré cuando sepáis
dónde están guardadas las bolas de naftalina, cuando nuestra casa ya no tenga
secretos para ninguno de vosotros, cuando seáis capaces de descifrar los
códigos de los botones de la lavadora, cuando logréis reprimir el impulso de llamarme
a gritos si se acaba la pasta de dientes o el papel higiénico. Volveré cuando
estéis dispuestos a llevar conmigo la corona de reina de la casa. Cuando no me
necesitéis más que para compartir
Ya sé que me echaréis de menos, estoy segura.
También yo a vosotros, pero sólo desapareciendo podré rellenar los huecos que
vuestro cariño me produce… Sólo podré estar segura de que verdaderamente me
queréis cuando no tengáis necesidad de mí para comer o para vestiros o para
lavaros o para encontrar las tijeras. Ya no quiero ser la reina de la casa,
estoy harta, me he cansado de tan gran responsabilidad y he caído en la cuenta
de que si sigo jugando el papel de madre súper no lograré inculcaros más que
una mentalidad de súbditos. Y yo os quiero libres y moderadamente suficientes y
autónomos. Ya sé que vuestro comportamiento conmigo no es más que un dejarse
llevar por mi rutina; también por eso quiero poner tierra por medio. Si me
quedo, seguiré poniéndoos todo al alcance de la mano, jugando mi papel de
omnipresente para que me queráis más.
Sí, para que me queráis más. Me he dado
cuenta de que todo lo que hago es para que me queráis más, y eso me parece tan
peligroso para vosotros como para mí. Es una trampa para todos.
Palabra de honor que no me voy por cansancio,
aunque sea una lata dormirse todas las noches pensando en la comida del día
siguiente y hacer la compra a salto de mata cuando vienes del trabajo y, a la
larga, pesa mucho la manía de ver siempre un velo de polvo en los muebles
cuando me siento un rato en el sofá, y la perenne atracción hacia la bayeta y
la cera. Pero no es sólo por eso. No. Tampoco me voy porque esté harta de poner
la lavadora mientras me desabrocho el abrigo ni porque quiera estar más libre
para hacer carrera en mi trabajo. No. Hace ya mucho tiempo que tuve que elegir
una perpetua interinidad en mi profesión porque no podía compatibilizar una
mayor dedicación mental al trabajo profesional con la lista de la compra.
Me voy para enseñaros a compartir, pero sobre
todo me voy para ver si aprendo a delegar. Porque si lo consigo, no volveré
nunca más a sentirme culpable cuando no saquéis notas brillantes o cuando se
quemen las lentejas o cuando alguno no tenga camisa planchada que ponerse.
La culpa de que sea imprescindible en casa es
sólo mía, así que desapareciendo yo por unos días, os daréis cuenta vosotros de
que la monarquía doméstica es fácilmente derrocable y quizá yo pueda aprender
la humildad necesaria para ser, cuando vuelva, una más entre la plebe. Cuando
encontréis la naftalina no dejéis de avisarme.
Seguro que para entonces yo también habré
aprendido a no ser tan excesivamente buena. Puede ser que ese día no nos
queramos más, pero seguro que nos querremos mejor. Besos. Mamá.
¿Qué tenemos que decir? Después de leer
con responsabilidad esta carta y reflexionar, no sólo para comprender las
verdades que se cuentan en ella, sino para tomar una postura que implique cambios en nuestras conductas
diarias.
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